El mito medieval de la isla viviente

Volviendo con la tónica de los mitos asociados a los animales marinos, y en concreto las ballenas de dimensiones legendarias, vamos a dirigirnos a uno de los mitos más populares de este ramo: la de una criatura marina tan grande para ser confundida con una isla.

La primera de estas criaturas la podemos encontrar en la traducción del Physiologus. Este libro fue escrito por un autor cristiano desconocido, probablemente en Alejandría, entre los siglos II y IV y se cree que originalmente en griego para luego ser traducido al latín; presenta una amplia variedad de criaturas bajo una óptica cristiana y moralizante.

La gran cantidad de criaturas fantásticas que representaba haría del Physiologus la raíz de la tradición de los Mirabillia (Libros de las Maravillas) y Bestiarios que tuvieron una gran influencia y predicamento en a Europa medieval, ya que sus historias fantásticas ayudaban a la gente (la que sabía leer, se entiende) a evadirse la aburrida y desagradable vida de la Europa de la Edad Media.

Esta circunstancia nos explica la influencia que tuvo este mito pero ¿Qué dice el Physiologus sobre el tema que nos ocupa?

Pues en la tradición de este libro tenemos referencia a una gigantesca criatura marina llamada Aspidochelone. Este nombre, traducido como Aspidotestudo en latín y que se ha traducido al castellano como Aspidoquelonte, significa “tortuga escudo”. Este ser es descrito como una tortuga, pez o ballena (recordemos que la tradición clásica consideraba ballenas y familia como peces) tan grande que los marineros la confunden con una isla.

Además de sus dimensiones, también el aspecto rocoso de su espalda y la apariencia de tener playas ayudan a esa confusión.

Los navegantes pueden encontrarlo y amarrar sus barcos a ella. Entonces desembarcan y montan su campamento, luego encienden una hoguera para cocinar la comida. El calor del fuego despierta al gran ser y este se sumerge arrastrando a los marineros y sus barcos a las profundidades.

Dentro de la tradición moralizante del Physiologus esto hace que el Aspidochelone sea identificado con Satán, al identificar que “Tal es el destino de los que prestan atención al Diablo y sus designios y ponen en él sus esperanzas: atados a él por sus palabras, son sumergidos en los fuegos ardientes de Gehenna: tal es su astucia”.

En sus Etimologías, San Isidoro de Sevilla es quien identifica al monstruo que devoró a Jonás con una gran ballena relacionada con el Aspidochelone y concluye que tales ballenas deben tener cuernos grandes como montañas. Sin embargo, tanto el monstruo que devoró a Jonás como el Leviatán parece que en sus orígenes estuvieron basados en la Tiamat mesopotámica que era más bien un dragón, así que más parecida a una serpiente.

Sin embargo parece que con el tiempo el Aspidochelone fue adquiriendo una naturaleza más neutra: ni bueno ni malo, simplemente masivo.

En el Physiologus también se hace referencia a la forma de alimentación del Aspidochelone: cuando tiene hambre, abre la boca y exhala una especie de aliento fragante, que atrae a los peces pequeños al interior de su boca. Cuando esta está llena de pequeñas presas, la cierra y se las traga. Esta treta solo afecta a los peces de pequeña talla, pues los más grandes la detectan y prefieren mantener la distancia.

En el Libro de Exter, tenemos un poema en aglosajón antiguo titulado “La Ballena” donde tenemos básicamente la misma historia. La criatura es referida como “asp-tortuga” o como Fastitocalon y es básicamente el Aspidochelone del Physologus.

El nombre “Fastitocalon” fue utilizado por J.R.R. Tolkien para un poema en Las Aventuras de Tom Bombadil para introducir al Aspidichelone en la Tierra Media.

Otra leyenda muy interesante asociada al mito (quizás la más conocida actualmente) se puede encontrar en la Navigatio Santi Brandani, el libro que narra los viajes de San Brandán, el cual abandonó Irlanda y viajó por diferentes islas (se dice que las Feroe, Islandia e incluso Groenlandia) para evangelizar a los nativos y procurar el paraíso terrenal.

También se afirma que el propio Jasconius fue convertido en una isla, que fue buscada muy activamente.

Finalmente, tras siete años de viaje, Brandán y su tripulación encontraron en un mar desconocido una isla deshabitada y desprovista de vegetación que aparecía y desaparecía. Cuando la alcanzaron, decidieron celebrar la pascua en ella y para ello encendieron fuegos. Esto despertó a la “isla”, que profirió un tremendo rugido que hizo que los monjes comprendieran que estaban sobre un enorme pez llamado Jasconius.

Los monjes corrieron a su embarcación pero San Brandán les hizo saber que se encontraban sobre un ser que intentaba morderse la cola, pero era tan grande que no lo conseguía. Sería este monstruo marino el que guiaría al santo marinero hasta su destino: la isla de San Borondón, la isla del Paraíso Terrenal.

En el mundo islámico esta criatura fue conocida como “Zaratán”, que significa “cangrejo”, y en El Libro de las Mil y Una Noches, Simbad el Marino lo encuentra en su primer viaje y comete más o menos el mismo error que todos los que se la encuentran: desembarcar y encender el fuego. Sin embargo, Simbad consigue percatarse a tiempo y escapar.

En su libro Maravillas de las criaturas, Al-Qazwiní hace referencia a una tortuga tan grande que se la confunde con una isla, cuyo lomo está cubierto de plantas. Un mercader afirma haber desembarcado en ella, haber hecho hoyos y fuegos para preparar la comida, despertando al ser, que reconocieron como una tortuga y del que consiguieron escapar.

Sin embargo, ya en el siglo IX el filósofo natural musulmán Al-Yahiz ponía en duda la existencia del Zaratán y afirmaba que nunca había visto una criatura tal.

En general todas las leyendas de la tradición de la Europa cristiana y el mundo islámico, deudores ambos de la tradición grecorromana, presentan más o menos la misma criatura: una tortuga o ballena de dimensiones colosales que es confundida con una isla y que al despertarse se sumerge. Por ello, podemos afirmar que la tradición nace con el Aspidochelone del Physiologus, siendo el Jasconius o el Zaratán adaptaciones o sucesores del mito original.

Considerado en sus orígenes como una encarnación de las fuerzas del mal, evolucionó con el tiempo a una forma más neutra.

Un detalle interesante es la forma de alimentación del Aspidochelone. Es similar al de Hafgufa, la ballena mítica de la tradición nórdica, que podría ser otro mito derivado adaptado a la mentalidad nórdica. Pero también es relativamente similar al de las ballenas filtradoras reales, que tragan una gran cantidad de agua y filtran las presas pequeñas. Muy interesante.

Estos mitos comenzaron a perder popularidad a partir del siglo XV conforme se desarrollaba su caza con fines comerciales. Al matarlas de forma regular, las ballenas perdieron su halo legendario y pasaron a ser vistas como animales de los que podía obtener beneficios. Mata ballenas de forma comercial las desmitificó, aunque novelas posteriores como la Moby Dick de Herman Melville dejan claro que algo siempre queda, pero esa es otra historia.

Fuera de esta tradición, los inuit de Groenlandia hablan de una criatura llamada Imap Umarroursa, tan masiva que puede ser confundida con una isla plana y extensa pero, en lugar de una ballena o tortuga, es mitad perro mitad morsa y todo su cuerpo está cubierto de escamas de pez. Flota entre el hielo hasta que vuelca las embarcaciones que se le acercan.

Se trata de una versión diferente del mito de la isla viviente agenta a nuestra tradición pero podríamos decir que culturalmente análoga, que nos muestra el impacto de los gigantes del mar abierto en el corazón de los navegantes.

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